febrero 01, 2007

Qué menú tan pobre...

¡Increíble! ¡En la biblioteca de la escuela no tienen obras de Saramago ni 1984! No es posible que una biblioteca que se otorgue ese título carezca de obras tan importantes de la literatura contemporánea. Y como si esto fuera poco, ni siquiera sus instalaciones son dignas de un centro de conocimiento. Su estructura me parece estar basado en la envidia y el desprecio por el proceso, el ritual de ir a escoger un libro para obtener información o entretenimiento. Es como si en Louvre no exhibieran las obras y sólo tuvieran un inventario en línea, sin imágenes, y pidieras que te enseñaran X obra, escogida con base en su título y otras trivialidades. Esto es un ejemplo de los contras de la tecnología.

Puesto que mi indignación es bastante elevada y mis ganas de leer algo de Saramago son muchas y mi presupuesto poco, me conformaré con recordar todos aquellos manjares literarios de las obras que he leído. Y ya que no terminaría de expresar mi amor por Saramago (incluso sus perturbadora y confusamente escritos libros para niños), sólo dejo una prueba de él; un cuento inspirado por sus libros:


El Bufete

Lenta y solemnemente, todos los asistentes a la audiencia se levantaron, Por sí solas, se abrieron las puertas del salón y mágicamente, o debido al frente de nubes que transitaba por terrenos celestiales en esos días (nunca se sabe en tan altos rumbos), entró el juez vestido en una finísima túnica hecha con hilos de cola de cometa y bordada de lentejuelas de estrella y rodeado de una espesa niebla, la cual creaba un ambiente místico alrededor de él y ataques de tos a aquellos asmáticos que asistían a la audiencia, y que tendrían que soportar la molestia cuantas veces se le antojara al juez entrar o salir.

El juez se acomodó tranquilamente en su silla, más parecida a un trono, como quien sabe que ese día todo saldrá bien; dispuesto a disfrutar de la encantadora paz, al saber que al siguiente día tendrá que lidiar con los casos individuales de todo un circo y sus espectadores, muertos en terrible incendio que ni los dioses paganos pudieron apagar; además de que en los próximos días el Sindicato de Ángeles y Apariciones se pondría en huelga por tercera vez consecutiva desde que un fantasma decidió pasarse por ángel y aparecérsele a su hijo sin ningún tipo de preparación pedagógica para realizar semejante locura, lo cual había llevado al pobre joven a un estado tal de paranoia que ponía en riesgo la credibilidad de los ángeles calificados para estas tareas divinas, situación desagradable para ellos pues la sola idea de una crisis de desempleo divino era, irónicamente, infernal.

Alejando estas premoniciones de su mente, el juez se sentó y esperó a que el resto de los asistentes hiciera lo mismo, ya conocía a la perfección el método a seguir: el secretario leería los cargos que se le imputan al acusado, “La Corte Suprema del Más Allá, Nube cinco millones novecientos, Montículo sesenta, acusa al condenado numero nueve billones ochocientos mil cuatrocientos cinco, con fecha de arribo del día de ayer a las siete horas locales, de violar el artículo sexto, capítulo cincuenta y seis, línea ochenta y nueve, donde se específica que el cuerpo y alma de cualquier creación divina son propiedad exclusiva del Altísimo sin excepciones, por lo que cualquier tipo de actividad que atente contra ellos, exceptuando las especificadas en el capítulo 58 que se refieren a las diferentes maneras de flagelación, califica como pecado; incluyendo y principalmente el terminar con la vida del acusado, es decir, el cometer suicidio.”

Así pues, El juez conocía el resto de la sentencia, el acusado sería condenada a rondar el purgatorio hasta el día del Juicio Final, se originarían murmullos entre los asistentes, los miembros del jurado, integrado en su mayoría por los grandes intelectuales del pasado y en menor medida por ángeles ya jubilados, estrecharían sus manos en señal de satisfacción y se pondrían de pie, después de lo cual Él podría desalojar la sala y regresar a sus planes para el futuro, ayer por fin había terminado de planear la vida de un hombre al que llamaría Mohandas Karamchad Gandhi y se encontraba ansioso por llegar al desenlace de la vida de un tal Albert Einstein, además de que aún no lograba idear una conclusión para lo que en el futuro se conocerá como la Segunda Guerra Mundial.

Absorto en sus pensamientos, el juez escuchó los murmullos de siempre y vio al jurado de pie, así que procedió a retirarse del lugar, disfrutando anticipadamente de sus próximas creaciones... tanto ruido y caos le habían dado la idea para un final triunfal de la guerra... sería sencillo gracias a los avances científicos y tecnológicos que habría en esa época. El juez ya se había incorporado de su asiento para retirarse; sin embargo volvió a sentarse, siempre con el mismo porte de tranquilidad, pues tal como estaba planeado, había olvidado que en esta ocasión, el acusado tenía como defensa a su hijo, Jesucristo, quien por primera vez se había mostrado interesado en un caso de suicidio y decidido a ganar el caso.

Definitivamente, la vida en el más allá, o más acá, dependiendo del lugar de origen de quien lo diga, era más tranquila antes de que su hijo llegara, y no era que no disfrutara su compañía, pero el haberlo hecho socio del negocio y darle el título de la Santísima Trinidad implicaba demasiadas responsabilidades y había hecho más burocrático el funcionamiento de los asuntos divinos, pues el Hijo exigía estar al tanto de todos los asuntos y casos que antes sólo manejaban el Padre y el Espíritu Santo, como lo exigió con este caso. Y como Él sabía, lo exigiría de ahora en adelante tras ganarlo.


Dividí el cuento en varios párrafos para facilitar su lectura, pero la versión original es un solo párrafo (al estilo Saramago).




Terminaré con unos buenos comics de Nothing Nice To Say:












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